lunes, 3 de junio de 2019

LYKOV


Karp Lykov era un viejo creyente, una secta rusa ortodoxa perseguida desde los días de Pedro el Grande hasta la época comunista de las purgas en la década de 1930. Un día en 1936, una patrulla comunista disparó al hemano de Lykov en las afueras de su aldea en Siberia cuando Karp estaba trabajando junto a él. Lykov volvió corriendo a casa a por su familia y unas pocas posesiones y huyeron juntos a la taiga, los vastos bosques que cubren la mayor parte del territorio siberiano.

La familia Lykov estaba compuesta por Karp, por su mujer Akulina, su hijo Savin de 9 años y su hija Natalia de tan solo 2. Durante su vida en la naturaleza tuvieron dos niños más: Dmitry, nacido en 1940 y Agafia, en 1943. Ninguno de los dos durante décadas a un ser humano que no fuera miembro de su familia y todo lo que sabían del mundo exterior lo aprendieron de sus padres.
La familia se estableció en un lugar inhóspito a casi 2000 metros de altitud en la ladera de una montaña junto al río Abakán, a unos cien kilómetros de la frontera con Mongolia. Sus únicas lecturas consistían en libros de oraciones y una vieja Biblia familiar, con la que los niños aprendieron a leer y a escribir utilizando palos afilados de abedul empapados en zumo de madreselva. Su único entretenimiento era contarse entre ellos los sueños que habían tenido.
Como el calzado y la ropa que habían recogido de su ciudad natal se deterioraba con el paso de los años, tuvieron que fabricar nuevas piezas con material de la naturaleza. Confeccionaron zapatos a base de corteza de abedul y prendas con fibra de cáñamo utilizando una máquina de hilar rudimentaria. Pero cuando sus utensilios de cocina sucumbieron al óxido, sustituirlos se convirtió en una pesadilla.
En 1978 un grupo de geólogos soviéticos descubrió a una familia de cinco personas, los Lykov, que había estado 40 años en un rincón remoto de Siberia sin contacto alguno con el resto del mundo. Descendientes de unos antiguos cismáticos ortodoxos, en los años 30 huyeron de la persecución religiosa de las autoridades soviéticas y en el bosque siberiano vivían de la caza, la pesca y la recolección de bayas y setas. Sin embargo, este caso no fue único. Otros grupos similares se mantuvieron en aislamiento en la taiga siberiana, al menos hasta 1990, en gran parte inconscientes del mundo moderno.


Los viejos creyentes se separaron de la iglesia principal rusa en el siglo XVII por los cambios dogmáticos que sufrió. Desde entonces, los grupos de los viejos creyentes, resistentes a la reforma, huyeron del Gobierno buscando asilo en el extranjero o asentándose en la vacía y áspera extensión del norte de Rusia.






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